20/2/12

Del niño trofeo al niño tirano


Por Catherine L'Ecuyer

“Los papás famosos, desde David Beckham a Brad Pitt, hacen ostentación de sus niños como accesorios de moda, y el embarazo, que antes era el fin de la carrera para una actriz, se ha convertido en el acceso más directo a la portada de Hello o People: los pararazzi se pelean por fotografiar al último bebé de las grandes estrellas.  Las encuestas indican que en varios países, los muy ricos han empezado a tener familias más grandes. Los niños son ahora un símbolo de estatus, el homenaje definitivo en una cultura de consumo. Qué más da la mujer trofeo. Es la era del niño trofeo.” (Carl Honore, Bajo Presión)

Cuando dejamos de tener hijos como acto de generosidad y de considerarles como un regalo, los niños se convierten en trofeos.  Y del niño trofeo al niño tirano, sólo hay un paso.

Según sus padres, el niño trofeo es tan perfecto, que no se le puede corregir. Para que siga siendo muy “mono” y que se pueda “lucir” por ahí, los padres deben ceder a todos sus caprichos, para que no se ponga “desagradable” en público. “Mama, o me lo das, o bien te lío una que te vas a acordar”, amenazaba un niño de 4 años a su madre en un evento social. Cualquier cosa vale para evitar la pataleta. Compramos tranquilidad poniendo Nocilla en vez de jamón dulce en los bocadillos, o no exigiendo para que no se ponga en evidencia la poca autoridad que tenemos sobre nuestros hijos. Mantenemos nuestra conciencia tranquila por las horas que les quitamos, comprándoles todo el arsenal necesario para seguir luciéndoles y teniéndoles controlados.






Confieso que estoy horrorizada de ver pequeños que piden a gritos que les pongan límites, en vano. Niños a quienes nunca se les ha dicho “no” hasta el final... sin ceder. Son niños que conocen las reglas y se manejan bien con ellas para conseguir lo que quieren. En el mejor de los casos dan las gracias porque conocen “la formula”, pero son profundamente desagradecidos porque ha germinado en su interior la semilla del cinismo. Niños que pegan, que gritan, que rompen todo, que corren sin mirar delante, que escogen ellos mismos su ropa en las tiendas y en el armario, que siempre se quejan de lo que les cae en el plato, que se tragan entera la bolsa de ganchitos en 30 segundos, que abren los regalos de cumpleaños con aburrimiento, que responden mal a los adultos, que no miran a los ojos, y si lo hacen es con mirada desafiante. Y todo esto, sin consecuencias. Bajo la mirada pasiva de padres que han abdicado. Niños tiranos, déspotas en potencia. 

¿Y todo esto, cómo se reconduce? No tengo la receta, pero algunas ideas se me ocurren. Menos Actimel y más productos Hacendado,  menos lujos y más tiempo en familia, menos Wii y más bicicleta, menos recompensas materiales y más muestras de cariño, menos televisión y más paseos en la montaña observando la naturaleza. Aprendiendo que lo bueno y lo valioso lleva su tiempo y su esfuerzo.  Y sobre todo, saber decir “no”… y hasta el final.

El niño cuyos sentidos están saturados por el consumismo y cuyo corazón no siente agradecimiento, es un niño que ha perdido el asombro, la compasión y el contacto auténtico con el resto del mundo… y le costará recuperarlo.

¿No es curioso que a los niños nos cueste mucho darles lo que verdaderamente necesitan (fundamentos del apego de 0-2 años) y, sin embargo, estamos tentados a diario en darles lo que NO necesitan?  


1 comentario:

laia dijo...

buenísimo el artículo Catherine. creo que nos interpela a todos los padres y madres.